El 20 de noviembre de 1845, el río Paraná fue testigo de un acto de valentía sin igual: la Batalla de la Vuelta de Obligado. Bajo el mando de Lucio Norberto Mansilla, las fuerzas argentinas, aunque inferiores en número y armamento, se enfrentaron con tenacidad a la poderosa flota anglo-francesa que bloqueaba el Río de la Plata.
Un río de cadenas y fuego
Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, había dispuesto una defensa férrea. Cadenas estratégicamente colocadas a través del río, combinadas con el fuego de artillería, buscaban impedir el avance enemigo. Mansilla, un veterano de las guerras de la independencia, lideró a sus hombres con bravura, inspirándolos a luchar hasta el último aliento.
El rugido del cañón y el Himno Nacional
La mañana del 20 de noviembre, mientras la flota invasora se acercaba, la banda de Patricios entonó las notas del Himno Nacional, elevando la moral de los defensores. El combate fue feroz. A pesar de la inferioridad numérica y la escasez de municiones, los argentinos resistieron con valentía. Juan Thorne, conocido luego como el "sordo de Obligado", luchó incansablemente hasta ser herido por un cañonazo.
Aunque la batalla resultó en una derrota táctica para Argentina, la resistencia demostrada tuvo un impacto significativo. La tenacidad y el coraje de los defensores de la Vuelta de Obligado sorprendieron al mundo y retrasaron el avance de las potencias europeas. La valentía demostrada en el campo de batalla resonó en toda la nación, fortaleciendo el espíritu patriótico y la determinación de defender la soberanía nacional.
Un legado de heroísmo
La Vuelta de Obligado se convirtió en un símbolo de la resistencia argentina ante la opresión extranjera. La figura de Lucio Norberto Mansilla, junto con la de los soldados que lucharon a su lado, se elevó al panteón de los héroes nacionales. Incluso Napoleón III honró a Mansilla en París, nombrando una calle en su honor.
Hoy en día, la Batalla de la Vuelta de Obligado se conmemora como un hito fundamental en la historia argentina, un recordatorio del valor y la determinación de un pueblo dispuesto a defender su libertad a cualquier precio. Es un legado que inspira a las generaciones futuras a defender los principios de soberanía, justicia e independencia.